300 Kilómetros (Capitulo 1, Mini Series, Ficción)



NOTA: el siguiente relato tiene algunas malas palabras.


Los respiros eran tan profundos que sentía que sus pulmones le iban a salir del pecho. Tenía la cabeza de esa bestia en su mano izquierda, y en su mano derecha tenía un revolver con tres balas. Piensa, piensa, piensa se decía una y otra vez mientras se daba golpes en la cabeza, y miraba por uno de los agujeros de la puerta para cerciorarse que las otras bestias no estaban en el área. 

Coño, que mierda, decía mientras se rendía en el suelo de cansancio y desesperanza. Le dio una mirada a la bestia, y sabia que haberle cortado la cabeza ya le daba ese compromiso. La gente tiene que saber, la gente tiene que saber que hay esperanza decía mientras miraba nuevamente por el agujero, pero solo humo y fuego podía ver.

Se volteo hacia la parte trasera de la casa, y dejo la cabeza en una mesa de noche que estaba en esa habitación. Tomo la mesa y la movió para alejarla de la puerta y de cualquier ventana, ahora que la tenía no podía perderla. Tomo su linterna, lo único que le acompañaba en su viaje hasta que encontró ese policía muerto en la calle y tenía un revolver que cargaba con seis balas. Se sentía estúpido porque buscaba un mapa, aun el sabiendo donde estaba. Quizás dentro de él estaba la esperanza de estar más cerca. Él se encontraba a unos 300 kilómetros  de los supuestos campamentos de los pocos sobrevivientes. Entre el campamento y el, solo se encontraban más de medio millón de un pueblo que se revelo, se volvió loco, se hartó, o no sé qué diablos, pero solo respiraban para matar a todos los de su raza. Aparte de eso, fuego, humo y muerte. Y para completar todavía quedaban ocho de esas malditas bestias.

Cuando los vecinos de nuestro país se revelaron, la pelea parecía justa, ellos contra nosotros, pero de pronto salieron estas bestias y ya no era justo. Tienen una velocidad y agilidad que simplemente no parecen de este mundo. Y eso sin mencionar su fuerza, ellas pueden destruir en pedazos cualquier persona con solo un golpe. El pueblo sintió miedo, doblo sus rodillas, y ahora andan corriendo y escondiéndose.

Escucho algo y se dirigió a la puerta para ver, pero debió ser el viento. En ese instante sintió correr algo por su brazo y en ese instante se dio cuenta de que estaba herido. Cortó una parte de su camisa y cubrió la herida, pensó que gracias a Dios no era muy profunda. Se tiro al suelo y recordó como la bestia lo fue acorralando hasta llegar a esa casa. Jugo con él por más de un kilómetro.  Se reía y lo asustaba. El trato dos veces de dispararle, pero esta lo retaba y luego evadía las balas. Entro a la casa y se escondió. La bestia lo espero como una hora para así desesperarlo, pero el oró sin parar el salmo 23 una decenas de veces buscando paciencia. La bestia entro a la casa a buscarlo y comenzó a tirar todo y hacer ruido parecido al de los lobos para asustarlo, pero el siguió en silencio en su escondite. La bestia fue buscándolo por cada centímetro de la casa, y cuando menos lo esperaba, se escuchó un estruendo dejando la bestia retorciéndose en el suelo y gritando. El disparo fue letal. El tomo una mesa y se la destrozo encima, y así hizo con cada mueble que había en la casa hasta que la bestia dejo de moverse. Fue a la cocina y busco un cuchillo. Le tomo casi media hora para cortarle la cabeza, pero sabía que era un signo. Decían los campamentos estaban en Boca Chica, después de la capital. Él se encontraba a un paso de la frontera con Haití.

Paro sus pensamientos y sabía que tenía los 300 kilómetros por delante, pero con la esperanza que llegue con vida al día de mañana y queden menos. Tomo la cabeza, su linterna y pistola. Ya no miro más por el agujero, sino que abrió la puerta y se fue en medio del fuego y el humo.

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